25 de enero de 2006

Pedaleando a Brasil - por Adelina

Temo que los kilos de más me atrapen antes de llegar a Brasil. Hago mi vigésimo quinto intento por perdurar en un gimnasio que haga retornar mi culo a un lugar protagónico de la escena nacional.

El intento esta vez se llama Spinning y su gracia radica en hacer un pedaleo descomunal para llegar a ninguna parte. Las indicaciones sobre la altura del asiento, distancia del manubrio, sujetamiento de correas, provisión de agua en espacio dispuesto a tal fin y otras cosas comienzan a inquietarme, pero mucho más me preocupa el instructor, que tiene aspecto de clon malformado del cantante de Babasónicos maquillado con ojeras.
Con una modulación de voz de profe de colonia de vacaciones organizatriz, me da algunas instrucciones de cómo andar en una bicicleta fija... YO NO PUEDO CREER LO QUE ESCUCHO. ¿Qué tipo de indicación puede haber para andar en una de esas cosas???
Evidentemente no logro alcanzar la performance que este andrógino pretende, pero para tratar de animarme me dice: “veo mucha actitud y con la actitud lográs lo que querés en la vida”

A mí si hay algo que me sobra es actitud, pero ganas de hacer de mi vida un pedaleo sin rumbo, la verdad que por el momento –y por suerte- me faltan.

24 de enero de 2006

Carmelo 2006 - por Adelina

De nuestro viaje a Brasil nos separa apenas un mes, que se vuelve ansiosamente insoportable... Intentar una fugaz escapada es un buen recurso para sobrellevar la espera, y este último fin de semana se me presentó la posibilidad de visitar a mi familia que está vacacionando en barco en Carmelo.

Se trata de un pueblo Uruguayo tan particular que pese a tener un Puerto Internacional, bien podría ser un Club social y deportivo. Sus 30.000 habitantes apenas superan la cantidad de socios del Club San Fernando y los usos y costumbres propios del lugar llegan a transformar los hábitos de los muchos navegantes, que la eligen rendidos a su encanto.

La breve distancia que nos separa de este pueblo, hace que uno se olvide que en realidad se está saliendo del país y es entonces en donde el hecho de completar papeletas en las hay que declarar si uno ha cometido algún tipo de crimen en los últimos tres meses, si ha participado en el robo a las Cajas de Seguridad del Banco Rio de Acasusso, si consume drogas, a qué hora, a qué temperatura ambiente relativa y demás condiciones igualmente pertinentes, resulta de lo más extraño.
Al desembarcar de la Delta Cat, me propuse marcar tendencia e imprimir en Carmelo algún toque de glamour para que las desalineadas mujeres de la ciudad pudieran recordarme por siempre.

Traje conmigo muchas valijas. Hay mucho brillo, mucha bijou y mucha pero muchísima madera”. Horas más tarde se conocería que esta apreciación no era más que una fachada para tapar el tráfico ilegal de Coca-colas por el que me sentía una narcotraficante menor, respondiendo al pedido desesperado de mi hermano Kevin de 14 años.

El goce por la comida es para mi familia un tema trascendente y la provisión de la misma fue una de las inevitables actividades, fue entonces cuando descubrí algunos fenómenos que me conmovieron. Ya en nuestro viaje a Brasil habíamos descubierto con Fernanda que en este territorio “la sal no sala y el azúcar no endulza”, y parece que en Uruguay el tema tiene que ver con la coloración de los alimentos, es así como pude ver tomates rosas, yemas de huevo anaranjadas y membrillos color cerveza.

La gente de las amarras siempre organiza alguna actividad nocturna mancomunada y esa noche mi familia había decidido sumarse, motivados más aún por mi rauda visita. Un ómnibus del año 1966 directamente traído desde la vieja Habana nos llevaría a una Finca en donde comeríamos ravioles con sutil sabor a humedad.

Se sabe que este transporte tiene la particularidad de ser el único disponible en todo el pueblo, por lo tanto, para poder complacer al turismo abandona su recorrido habitual y se dispone a estas tareas extras. Su ostensible deterioro apenas le permitió soportar el peso de las 43 personas que debía llevar... lo que siguió fueron los chispazos que salían de la rueda dando un marco navideño a la escena, que cobraba mayor veracidad por el olor a quemado reinante.

Mientras tanto el chofer ante las advertencias de riesgo aceleraba todavía más, agudizando el sonido y el peligro.

La mañana siguiente nos encontró a Katherine -mi hermana de 10 años- y a mí con el firme deseo de ser más glamorosas aún, manejar nuestra independencia, poder hacer compras y ser felices de una buena vez, así que partimos en bicicleta rumbo al pueblo a las emblemáticas tiendas Montevideo, en donde uno puede hacer navegar un poco sus vanidades por apenas unos Uruguayos.

El domingo fue un despliegue insolente de actividades que el resto de las embarcaciones pretendían imitar sin demasiado talento, porque desde luego nadie es capaz de cocinar mejillones a la provenzal generando un agolpamiento de almas buscando degustar al menos un mísero molusco, intentar dominar el wakebord sin embarcación que te propulse, propiciar la lectura banal de revistas desactualizadas, realizar altas artesanías con piedras de poco vuelo, entre otras cosas.

Con el transcurrir de las horas, el sol fue dejando sus marcas en los rostros ebrios de gozo y algún que otro alcohol. El tiempo se me terminaba pero me marchaba feliz por llevarme conmigo otra gran experiencia a bordo de este emblemático crucero Dublín, que como dijo mi amiga Fernanda “se reserva cada vez más el acceso exclusivo de gente acreditada por algún talento comprobable”.

Falso patriota

Ayer un amigo volvió de sus vacaciones en el norte argentino con unas fotitos que ilustran la aridez y desolación a cuatro colores. Le pregunté qué lo había motivado a veranear allí; soltó algunas excusas del tipo "quería cambiar un poco, siempre voy a la playa", o "hay que conocer Argentina, che". No le creí nada: la realidad es que el norte se puso de moda, la llama es sensación, ser coya hoy es lo más. Mi amigo es un snob capaz de resignar el mar aduciendo patriotismo, para colmo.

20 de enero de 2006

Las fotos por su nombre


"El verano exige un buen grado de osadía"

Adelina

Vacanças

Si hay algo que no me gusta en las vacaciones es que me digan qué hacer a cada momento. Me rehúso a la contratación de paquetes all included donde a uno lo someten a una serie de actividades chotísimas, sin distinción de raza, sexo ni nacionalidad. No me gusta que me preseleccionen al negro que me va a aplaudir toda la quincena. Por eso con mi amiga Adelina nos vamos a Brasil sin plan alguno, sin itinerario. Lo único absolutamente cierto es que un avión nos va a dejar en el aeropuerto Galeão de Río de Janeiro, que queremos conocer Ilha Grande y que estamos dispuestas a que los acontecimientos nos superen. Estoy perfeccionando mi portugués a cada minuto: escribo mails a hoteles, posadas, casas de alquiler de vehículos y toda clase de establecimientos brasileños, a sólo efecto de mejorar mi estilo; cada vez me entienden mejor, o simulan hacerlo. La vocación de servicio y la grandeza en la atención al turista son notables cualidades de los brasileños, también tienen la capacidad de expender una cerveza en cualquier rincón, siempre heladísima aunque hagan 40º y sólo cuenten con una conservadora de telgopor. Otra cosa magnífica de Brasil es el maracuyá, que prolifera como maleza y es el fruto más rico del mundo; en Argentina es difícil de conseguir y es tan caro que se convirtió en un ingrediente exclusivo de la alta cocina... Fruta.

Miedo a no conseguir Jengibre en Brasil

El alimento es tema central y nunca azaroso, pienso contrabandear algunos jengibres en mi bolso, porque se puede soportar el desamor, la crueldad y la falta de compromiso, pero un plato sin jengibre NO. En definitiva piensen que la comida es lo único que nos proporciona placer asegurado al menos tres veces al día, sin pedirnos nada a cambio.
By Adelina Traynor.

19 de enero de 2006

Compañía de Energía Elector de Rio de Janeiro

Pasamos horas en vano frente a las pantallas buscando hacer algo útil, y finalmente descubrí una serie de “preguntas frecuentes” muy atinadas para resolver algunos temas relacionados con nuestro inminente viaje a Brasil; sin duda la pregunta más importante de este listado es ¿Cómo es la energía eléctrica? ¿A cuántos voltios opera? Es fundamental conocer este dato porque el secador de pelo, que es llevado al solo efecto de poder encender un fuego con talento, por una torpeza como la incompatibilidad de voltios puede llegar a no funcionar. ¡Es muy importante que nada impida que el pescado que compremos recién sacado del mar, sea asado a la parrilla!

Adelina Traynor.

Lembranças


Esta foto me encanta porque parece casual y tiene aire distendido y glamoroso. Estoy parada en un chiringuito en Garopaba, un pueblito de Santa Catarina que no tiene demasiado atractivo. Su único mérito es estar cerca de Praia do Rosa. Como se puede apreciar por las bolsas, venía de hacer unas compras, seguramente porque el día no estaba para ir a la playa. Fue tomada por Adelina en marzo de 2003.