20 de enero de 2006

Vacanças

Si hay algo que no me gusta en las vacaciones es que me digan qué hacer a cada momento. Me rehúso a la contratación de paquetes all included donde a uno lo someten a una serie de actividades chotísimas, sin distinción de raza, sexo ni nacionalidad. No me gusta que me preseleccionen al negro que me va a aplaudir toda la quincena. Por eso con mi amiga Adelina nos vamos a Brasil sin plan alguno, sin itinerario. Lo único absolutamente cierto es que un avión nos va a dejar en el aeropuerto Galeão de Río de Janeiro, que queremos conocer Ilha Grande y que estamos dispuestas a que los acontecimientos nos superen. Estoy perfeccionando mi portugués a cada minuto: escribo mails a hoteles, posadas, casas de alquiler de vehículos y toda clase de establecimientos brasileños, a sólo efecto de mejorar mi estilo; cada vez me entienden mejor, o simulan hacerlo. La vocación de servicio y la grandeza en la atención al turista son notables cualidades de los brasileños, también tienen la capacidad de expender una cerveza en cualquier rincón, siempre heladísima aunque hagan 40º y sólo cuenten con una conservadora de telgopor. Otra cosa magnífica de Brasil es el maracuyá, que prolifera como maleza y es el fruto más rico del mundo; en Argentina es difícil de conseguir y es tan caro que se convirtió en un ingrediente exclusivo de la alta cocina... Fruta.

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